Ότι δεν με σκοτώνει με κάνει πιο δυνατό


lunes, 30 de septiembre de 2013

Un soneto para Ariadna




Ariadne, c. 1905 
Herbert  Draper (Londres, 1863-1920)


El soneto dedicado a Ariadna fue escrito por Don Juan de Arguijo (1567-1623), poeta sevillano perteneciente a nuestro ilustre Siglo de Oro, en concreto lo adscribimos al Barroco español.  

En su obra, no muy extensa ya que consta de sesenta y siete sonetos, tres silvas, tres canciones, dos composiciones en décimas y poco más, ocupan un lugar destacado los temas de contenido mitológico.

Arguijo poseía una indudable formación clásica. Apreciamos en él la huella de Virgilio, Horacio, Séneca, Ovidio… Recreando mitos grecorromanos como el de Sísifo, Tántalo, Dido y Eneas, Orfeo y Eurídice, Ulises, Aquiles, Faetón, Hero y Leandro, etc.

Como les sucedió a tantos poetas de la época lamentablemente no logró ver su obra publicada excepto  alguna incorporación en obras ajenas como las cinco composiciones que aparecen en las Flores de Pedro de Espinosa.

Un placer el poder leer hoy la Poesía de Arguijo a la que sin duda volveremos.



 SONETO XXIII
[A Ariadna, dejada de Teseo]

    “¿A quién me quejaré del cruel engaño,
árboles mudos, en mi triste duelo?
¡Sordo mar, tierra extraña, nuevo cielo,
fingido amor, costoso desengaño!

    Huye el pérfido autor de tanto daño,
y quedo sola en peregrino suelo,
do no espero a mis lágrimas consuelo;
que no permite alivio mal tamaño”.

    Dioses, si entre vosotros hizo alguno
de un desamor ingrato amarga prueba,
vengadme, os ruego, del Traidor Teseo.

Tal se queja Ariadna en importuno
lamento al cielo; y entretanto lleva
el mar su llanto, el viento su deseo.



¿Recordamos brevemente el mito?

Ariadna era hija de los reyes cretenses Minos y Pasífae, por lo tanto medio hermana del Minotauro. Cuando Teseo llega a Creta con la intención de adentrarse en el laberinto para derrotar al monstruo, ella se enamora  del príncipe ateniense. Le ayuda a entrar y salir del laberinto (gracias al famoso ovillo de lana) a cambio de que él la lleve consigo a Atenas. Teseo acepta. Tras acabar con la vida del Minotauro  embarcan juntos rumbo al reino de Egeo pero se detienen en la isla de Naxos y allí mientras Ariadna duerme Teseo la abandona.

Ya sabemos que los mitos entretejen entre sí una tupida red de historias, de causas y efectos. Mucho podríamos comentar de este mito y de las tramas paralelas que lo conforman pero dejémoslo aquí. Tan solo apuntar que pronto cambiaría el destino de la joven Ariadna a la que aguardaba el amor del dios Dionisos. Pero esa ya es otra historia...