Ότι δεν με σκοτώνει με κάνει πιο δυνατό


miércoles, 16 de octubre de 2013

Cervantes poeta: Canto de Calíope.




 Calliope . 1869. Giuseppe Fagnani 
(Vía Books and Art, Tumblr)
































Todos conocemos a don Miguel de Cervantes como el célebre autor de la novela El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Este reconocimiento como prosista ha eclipsado al Cervantes poeta aunque su obra en verso es bastante extensa. Incluso entre las gentes de su tiempo parece que no suscitaba demasiado entusiasmo como él mismo reconocía en un terceto de Viaje al Parnaso si bien en sus palabras percibimos cierto tono irónico.


                    Yo, que siempre trabajo y me desvelo
                    por parecer que tengo de poeta
                    la gracia que no quiso darme el cielo.


La preceptiva poética de Cervantes era la propia de su época. En el capítulo XVI de la segunda parte de Don Quijote se plantea el problema familiar de un hidalgo cuyo hijo negándose a estudiar leyes se decide por la poesía, ante esta situación Cervantes responde a través del hidalgo y nos da su visión del para qué sirve la poesía. Afirma que si bien es menos útil que deleitable (referencia directa a Horacio) sin embargo es conveniente dejar que el muchacho siga sus inclinaciones personales, negar a alguien su afición no es lo más conveniente. Además observamos una concepción un tanto elitista de la lírica cuando determina que no es de agrado que el vulgo toque la poesía y por vulgo no solo se refiere a la plebe sino a príncipes y todos los que no la saben apreciar ni entender. Menciona también el carácter inmanente, innato de la poesía que tanto recuerda a la concepción poética de los posteriores románticos. La poesía en función de la moralidad (si es buena es decorosa y honorable).

En la producción poética cervantina destacan dos poemas mayores, el Canto de Calíope incluido en La Galatea y el Viaje al Parnaso (veinte años distan entre una composición y otra).

La Galatea es una novela de tipo pastoril cuyo eje central son los amores de dos pastores, Elicio y Galatea, al que se yuxtapone otras historias amorosas ya secundarias. Pues bien en La Galatea aparece Calíope para decirnos quién es y en qué consiste su oficio. Momento en el que Cervantes entona un canto a la musa donde evoca los poetas más destacados de su época.

(Recordemos que Zeus y Mnemosine tuvieron nueve hijas, las nueve musas, a saber: Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania, bajo cuyo amparo se cobijan las Artes).


… Porque no quiero teneros colgados del deseo de saber quién yo sea, sabed, discretos pastores y bellas pastoras  que yo soy una de las nueve doncellas que en las altas y sagradas cumbres del Parnaso tienen su prospria y conoscida morada.  Mi nombre es Calíope; mi oficio y condición es favorescer y ayudar a los divinos espíritus, cuyo loable ejercicio es ocuparse en la maravillosa y jamás como debe alabada sciencia de la poesía. Yo soy la que hice cobrar eterna fama al antiguo ciego natural de Esmirna, por él solamente famosa; la que hará vivir el mantuano Títiro por todos los siglos venideros, hasta que el tiempo se acabe; y la que hace que se tengan en cuenta, desde la pasada hasta la edad presente, los es criptos tan ásperos como discretos del antiquísimo Enio. En fin, soy quien favoresció a Catulo, la que nombró a Horacio, eternizó a Propercio, y soy la que con inmortal fama tiene conservada la memoria del conoscido Petrarca, y la que hizo bajar a los escuros infiernos y subir a los claros cielos al famoso Dante. Soy la que ayudó a tejer al divino Ariosto la variada y hermosa tela que compuso; la que en esta patria vuestra tuvo familiar amistad con el agudo Boscán y con el famoso Garcilaso, con el docto y sabio Castillejo y el artificioso Torres Naharro, con cuyos ingenios, y con los frutos dellos, quedó vuestra patria enriquescida y yo satisfecha. Yo soy la que moví la pluma del celebrado Aldana, y la que no dejó jamás el lado de don Fernando de Acuña, y la que me precio de la estrecha amistad y conversación que siempre tuve con la bendita alma del cuerpo que en esta sepultura yace, cuyas obsequias, por vosotros celebradas, no sólo han alegrado su espíritu, que ya por la región eterna se pasea, sino que a mí me han satisfecho de suerte que, forzada, he venido a agradeceros tan loable y piadosa costumbre como es la que entre vosotros se usa; y así, os prometo, con las veras que de mi virtud pueden esperarse, que en pago del beneficio que a las cenizas de nú querido y amado Meliso habéis hecho, de hacer siempre que en vuestras riberas jamás falten pastores que en la alegre sciencia de la poesía a todos los de las otras riberas se aventajen; favoresceré ansimesmo siempre vuestros consejos, y guiaré vuestros entendimientos, de manera que nunca deis torcido voto cuando decretéis quién es merescedor de enterrarse en este sagrado valle; porque no será bien que, de honra tan particular y señalada, y que sólo es merescida de los blancos y canoros cisnes, la vengan a gozar los negros y roncos cuervos.. Y así, me parece que será bien datos alguna noticia agora de algunos señalados varones que en esta vuestra España viven, y algunos en las apartadas Indias a ella subjetas; los cuales, si todos o alguno dellos su buena ventura le trujere a acabar el curso de sus días en estas riberas, sin duda alguna le podéis conceder sepultura en este famoso sitio. Junto con esto, os quiero advertir que no entendáis que los primeros que nombrare son dignos de más honra que los postreros, porque en esto no pienso guardar orden alguna: que, puesto que yo alcanzo la diferencia que el uno al otro y los otros a los otros hacen, quiero dejar esta declaración en duda, porque vuestros ingenios en entender la diferencia de los suyos tengan en qué ejercitarse, de los cuales darán testimonio sus obras. Irélos nombrando como se me vinieren a la memoria, sin que ninguno se atribuya a que ha sido favor que yo le he hecho en haberme acordado dél primero que de otro; porque, como digo, a vosotros, discretos pastores, dejo que después les deis el lugar que os paresciere que de justicia se les debe. Y, para que con menos pesadumbre y trabajo a mi larga relación estéis atentos, haréla de suerte que sólo sintáis disgusto por la brevedad della.
Calló diciendo esto la bella ninfa, y luego tomó una arpa que junto a sí tenía, que hasta entonces de ninguno había sido vista; y, en comenzándola a tocar, parece que comenzó a esclarecerse el cielo, y que la luna, con nuevo y no usado resplandor, alumbraba la tierra; los árboles, a despecho de un blando céfiro que soplaba, tuvieron quedas las ramas; y los ojos de todos los que allí estaban no se atrevían a abajar los párpados, porque aquel breve punto que se tardaban en alzarlos, no se privasen de la gloria que en mirar la hermosura de la ninfa gozaban; y aun quisieran todos que todos sus cinco sentidos se convirtieran en el del oír solamente: con tal estrañeza, con tal dulzura, con tanta suavidad tocaba la arpa la bella musa; la cual, después de haber tañido un poco, con la más sonora voz que imaginarse puede, en semejantes versos dio principio:


CANTO DE CALÍOPE 


 Al dulce son de mi templada lira,
prestad, pastores, el oído atento:
oiréis cómo en mi voz y en él respira
de mis hermanas el sagrado aliento.
Veréis cómo os suspende, y os admira,
y colma vuestras almas de contento,
cuando os dé relación, aquí en el suelo,
de los ingenios que ya son del cielo. 
 Pienso cantar de aquellos solamente
a quien la Parca el hilo aún no ha cortado,
de aquéllos que son dignos justamente
d'en tal lugar tenerle señalado,
donde, a pesar del tiempo diligente,
por el laudable oficio acostumbrado
vuestro, vivan mil siglos sus renombres,
sus claras obras, sus famosos nombres.

 Y el que con justo título meresce
gozar de alta y honrosa preeminencia,
un don ALONSO es, en quien floresce
del sacro Apolo la divina sciencia;
y en quien con alta lumbre resplandece
de Marte el brío y sin igual potencia,
DE LEIVA tiene el sobrenombre ilustre,
que a Italia ha dado, y aun a España, lustre.

 Otro del mesmo nombre, que de Arauco
cantó las guerras y el valor de España,
el cual los reinos donde habita Glauco
pasó y sintió la embravescida saña.
No fue su voz, no fue su acento rauco,
que uno y otro fue de gracia estraña,
y tal, que ERCIL[L]A, en este hermoso asiento
meresce eterno y sacro monumento.

 Del famoso don JUAN DE SILVA os digo
que toda gloria y todo honor meresce,
así por serle Febo tan amigo,
como por el valor que en él floresce.
Serán desto sus obras buen testigo,
en las cuales su ingenio resplandece
con claridad que al ignorante alumbra
y al sabio agudo a veces le deslumbra ……
……………………....................


Enlaces:

LA GALATEA
MIGUEL DE CERVANTES





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